El cuaderno del bolsón

El pueblo que nació para ser ruina (parte 1)

Cruje el cielo. Las nubes se arremolinan; se oscurecen. El cielo sollozante, envilecido, plomizo. Un ventarrón hace menear las hojas de las palmeras. A lo lejos, el mar picado coquetea con tierras inhóspitas. Los arbustos despeinados. No tarda en caer un diluvio. Transitamos por el kilómetro 16 de la carretera Veracruz-Xalapa. Caseta de cobro; 40 pesos para pasarla, vigilada sigilosamente por un convoy de la policía federal; la mirada sigilosa, impertubable de los oficiales no se aparta de los automóviles que pagan el peaje. Diez metros adelante de la caseta se encuentra la entrada hacia un viejo pueblo, donde cuenta el mito, empezó la historia de la Conquista de México. Hay que girar a la izquierda, invadir el carril de ida de la carreta Xalapa-Veracruz, esperar a que el camino esté libre, y pasar cuanto antes posible. Un arco de ladrillo pintado de café, no muy alto, anuncia que un pueblillo de nombre “Antigua” se encuentra al final del camino, al que de metro en metro se le acaba el pavimento.

La Antigua es la población más pequeña que conforma el municipio del mismo nombre; la cabecera municipal es el poblado de Cardel, ubicado a escasos 5 kilómetros. El municipio, gobernado por el panista Arturo Navarrete Escobar, tiene una población de 25,409 habitantes, según un censo elaborado por el INEGI en 2010. El pueblo de La Antigua no alcanza los 1,000 pobladores, 963 según el mismo censo. A tan sólo 80 kilómetros de la capital del Estado de Veracruz, Xalapa; y a 16 del puerto, La Antigua es una aldea enmascarada por palmeras moribundas, matorrales salvajes y piedras embadurnadas de barro. Conectada por un camino de terracería con la carretera, el pueblo esconde méritos que según la historia oficial, le serían suficientes para que su nombre decore las listas insignes de ‘orgullos nacionales’. Y no. El olvido deambula por las callejuelas pestilentes a tierra mojada.

La historia oficial cuenta que La Antigua fue sede del primer ayuntamiento español, no sólo de Nueva España, sino de toda América continental; además, de poseer a la Ermita de Rosario, la primera iglesia católica construida en el continente. También, La Antigua alberga la hoy arruinada Casa de Cortés, en donde la historia oficial asegura que el conquistador español vivió durante algunos años; el pueblo presume otras reliquias como la Parroquia del Cristo del Buen Viaje; “la Ceiba”, un gigantesco árbol donde se cuenta que Hernán Cortés amarró sus barcos tras surcar el litoral veracruzano y navegar por el Río Antigua; y los Cuarteles de Santa Anna: un fortín secreto, supuestamente erigido por quien fuera once veces presidente de México entre 1830 y 1845.

Escondida en la selva está La Antigua, cuyas palmeras custodian las joyas olvidadas de la historia de México, mismas que son recordadas sólo cuando se avecina alguna celebración patria o un huracán convierte las calles en una extensión del río y sus vientos bestiales arrancan las palmeras de raíz y las avienta. “Incomprendido pueblo mágico”, reclaman algunos, como el mismo presidente municipal Navarrete Escobar, y algunos lugareños que no comprenden cómo el sitio donde, se dice, empezó la historia del país es un cúmulo de cascotes engullidos por la selva y el musgo. Un pueblo como una ruina. Una ruina como un pueblo…

This entry was published on May 31, 2012 at 5:17 am. It’s filed under Reportajes and tagged , , , , , , , , , , , , , . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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